Tan sólo cinco días después de las declaraciones de José Mourinho acerca del mal estado del césped del Santiago Bernabeu, se le plantea a su antagonista una situación idéntica.
En Bilbao llevaba lloviendo tres días y el terreno de juego se antojaba impracticable. Si bien los de Lezama, por su envergadura y carácter, contaban con un escenario perfecto en orden a su orgullo y entrega, fueron superados por un rival que parece no tiene limites moviendo la pelota de un lado a otro, combinando, buscando huecos, y siempre a un palmo de la cancha.
El Barcelona, salvo la baja de Messi, dispuso a todos sus actores principales y, como siempre, se limitó a tocar, y tocar, y tocar... Y es que este equipo, lejos de limitarse a jugar bonito en campos donde la hierba crece de forma homogénea, donde el campo es regado cinco minutos antes para que el balón ruede perfecto, es capaz de desarrollar un mismo papel sea cual sea el decorado.
A mi parecer solo queda limitarse a admirar a quienes hacen posible esto, porque tardaremos en volver a ver una filosofía y un juego colectivo tan bien aprendido y ejecutado. El Real Madrid posee una historia y una vitrina imborrables, pero hace años que el color de la luna (esa que nos acompaña en cada noche de fútbol) es blaugrana.
Dejense de calumnias y de reproches arbitrales ventajistas y rindan pleitesía a los amos del momento.
Pues te voy a seguir, mira por donde nenaza
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